UN DESEO LLENO DE IMPACIENCIA SANTA
¿Porqué, si admites mis quejas,
huyes de mis brazos luego,
y cuando a los tuyos llego
te vas y sola me dejas?
Un tiempo tú me decías,
prometiendo el bien que espero:
-“Abre la boca, que quiero
henchirla de gracias mías”;
y ahora que en tus visitas
de sed impaciente rabio,
apenas la llevo al labio
cuando la taza me quitas.
Miro el bien que me provoca,
y como sólo le veo,
y no le gozo, deseo
que se hagan mis ojos boca.
¿Cuándo la pena que siento
trocará en gozo el Amor
y fin tendrá el dolor
de este dulce tormento?
Cuando en los ricos despojos
de tus amorosos lazos
habrán de hacer mis brazos
lo que ahora hacen mis ojos?